Padecimientos
De acuerdo con información de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en todo el mundo, unos 50 millones de personas padecen epilepsia, de los cuales la mayoría aparece en la infancia y en la adolescencia, lo que la convierte en uno de los trastornos neurológicos más comunes.
Este organismo también estima que el 70% de las personas con epilepsia podrían vivir sin convulsiones si se diagnosticaran y trataran adecuadamente, por lo que acudir con un neuropediatra ante las primeras sospechas del padecimiento es de suma importancia.
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Las crisis epilépticas aparecen por descargas de impulsos generalizados y desordenados de las neuronas, que parecen secundarios a trastornos en el equilibrio de los neurotransmisores cerebrales, es decir, las sustancias químicas que transmiten las señales entre las neuronas. Dado que los neurotransmisores se controlan genéticamente, es muy probable que varios genes estén implicados en el origen de la epilepsia, lo cual explica que muchos pacientes epilépticos tengan antecedentes familiares o cursan con síndromes genéticos específicos como síndrome de dravet, doose, Lafora etc que puedan ser heredables.
Las lesiones cerebrales por falta de oxígeno al nacer, malformaciones, enfermedades metabólicas o tumores cerebrales pueden manifestarse en forma de crisis epilépticas. No obstante, la mayoría de epilepsias infantiles son idiopáticas, es decir, de causa desconocida.
En las crisis convulsivas aparecen sacudidas musculares incontroladas y repetitivas que pueden asociarse a pérdida del conocimiento (crisis generalizadas) o afectar a una sola parte del cuerpo sin pérdida de conocimiento (crisis parciales).
Las crisis no convulsivas pueden cursar con rigidez generalizada (crisis tónica), con lipotimia (crisis hipotónica) o con ausencias. Las ausencias se caracterizan por una mirada fija, que empieza y termina bruscamente, y dura sólo unos pocos segundos.
Se dan con mayor frecuencia en niños. Puede estar acompañada de parpadeo rápido o algunos movimientos bucales de masticación conocidos como automatismos. El niño no es consciente de lo que hace durante la crisis, pero vuelve inmediatamente a la conciencia plena una vez ésta ha pasado en las llamadas crisis con alteración de la conciencia o puede permanecer consciente durante la crisis en las llamadas crisis sin alteración de la conciencia .
De forma menos frecuente, las crisis pueden manifestarse como espasmos musculares aislados (mioclonías), movimientos automáticos, trastornos de los sentidos y alucinaciones.
Por otro lado, las crisis pueden asociarse a otros signos como babeo, mordedura de la lengua o relajación de los esfínteres. También pueden estar precedidas por distintos síntomas, como cefalea o cambios de conducta, que en su conjunto se denominan aura.
La duración de las crisis varía de segundos a pocos minutos generalmente menos de 5 minutos.
La duración puede extenderse en ocasiones hasta más de 30 minutos o tener repetidas crisis sin recuperar la conciencia situación que se conoce como estatus epileptico y es una urgencia médica.
El electroencefalograma (EEG) constituye la principal prueba diagnóstica y de control de la epilepsia. Mediante la aplicación de electrodos en el cuero cabelludo, se registra la actividad eléctrica cerebral, con el fin de localizar los focos de descarga causantes de las crisis y su intensidad.
Cabe decir que se ha descrito la presencia de focos irritativos en el EEG de niños sin epilepsia. Por consiguiente, únicamente la existencia de crisis repetitivas junto con las alteraciones del EEG orientan hacia el diagnóstico de epilepsia. Se requerirá en ocasiones de EEG seriado para poder tener el diagnóstico y control terapéutico correcto.
Cuando se sospecha la presencia de una causa concreta de las crisis, como por ejemplo un tumor cerebral, pueden realizarse pruebas como la tomografía axial computarizada (TAC) o la resonancia magnética, entre otras.
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La epilepsia puede curarse en alrededor del 10% de los casos, dependiendo de la causa que lo esté provocando. Pero pueden permanecer libres de crisis con el tratamiento farmacológico indicado.
La epilepsia es una enfermedad que se produce cuando surgen, repetidamente, cambios breves y repentinos en el funcionamiento eléctrico del cerebro. La actividad exagerada de las neuronas conlleva a una breve alteración de la conciencia de la persona, de sus movimientos o de sus acciones. Estos cambios físicos reciben el nombre de ataque epilépticos.
Por consiguiente, la epilepsia se caracteriza por la presencia de crisis o ataques epilépticos repetidos (suele ser necesario 2 o más ataques separados por 24 horas, o 1 con factores de riesgos correctamente identificados para llegar al diagnóstico de epilepsia) que no están relacionados con fiebre o procesos agudos que afectan al cerebro, como traumatismos o infecciones.