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Los neurólogos pediatras diagnostican los Trastornos del Espectro Autista(TEA) al observar el comportamiento del paciente. Por lo general, se realizan evaluaciones después de los dos años con un proceso en dos etapas.
En la primera etapa se realiza una evaluación del desarrollo general, observando retrasos en el crecimiento. Y en la segunda etapa; otros profesionales de la salud implementan herramientas adicionales para evaluar los trastornos neurológicos.
Pero, para iniciar un abordaje adecuado, de primera instancia debemos de conocer que los trastornos del espectro autista son un grupo de trastornos del desarrollo que afectan la comunicación y el comportamiento. Entre ellos se incluyen el trastorno autista, síndrome de Asperger y el trastorno no especificado.
El autismo es una forma de la psicopatología de la infancia que conlleva a la aparición de diversas anomalías durante el crecimiento del individuo. En ellas podemos encontrar anomalías de comunicación verbal y no verbal, actividad imaginaria empobrecida y actividades característicamente restringidas y repetitivas.
Actualmente, no se conocen las causas exactas del desarrollo de los trastornos del espectro autista, hay estudios que sugieren que tiene una fuerte base genética junto con las influencias del entorno y afectan diversas áreas del desarrollo.
Algunos factores de riesgo que se encuentran son:
Los pacientes que muestran rasgos autistas, tienen dificultad para comunicarse e interactuar socialmente, además de tener intereses limitados y comportamientos repetitivos. Entre los comportamientos de comunicación e interacción social más comunes, son:
Por otro lado, aunque una persona con estos trastornos enfrenta muchos retos, también presentan puntos fuertes, entre estos:
Se puede diagnosticar desde edades tempranas en donde encontramos la tríada de Wing: interacción social, comunicación y ausencia de flexibilidad en el razonamiento y comportamiento.
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El abordaje de los trastornos del espectro autista, es de vital importancia ejecutarlo de forma temprana debido a las implicaciones que esto tiene en el pronóstico, la utilización y planeación de servicios médicos y educativos, así como la elección de programas de intervención y consejo genético.
La edad en la que se inician los síntomas oscila entre los 18 meses y los 2 años de edad. Presentándose un grave déficit en las habilidades sociales y patrones repetitivos y estereotipados de comportamiento, intereses y actividades principales del trastorno. No hay signos o síntomas patognomónicos, por lo que pueden pasar desapercibidos hasta que el niño ingresa a edad escolar
Como ya habíamos comentado, el diagnóstico es un proceso de dos etapas:
– Primera etapa: En esta etapa los niños deben acudir a realizarse un chequeo periódico con un neuropediatra, en la cual se evalúan los retrasos en el desarrollo. Las experiencias e inquietudes suelen ser muy importantes en el proceso de evaluación de los niños, ya que ayudarán a conocer el comportamiento con el entorno.
– Segunda etapa: Aquí se realiza una evaluación con un equipo de profesionales de la salud que son expertos en el diagnóstico. Podremos incluir al pediatra, que es el médico con formación especializada en el desarrollo infantil. Neuropsicólogo, que se encarga de evaluar, diagnosticar y tratar los trastornos neurológicos. En esta etapa, con ayuda de las herramientas implementadas por cada personal de salud, se medirán habilidades cognitivas o del pensamiento, y del lenguaje.
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El tratamiento debe de comenzar lo antes posible después del diagnóstico. Es importante disminuir las dificultades que tienen las personas al mismo tiempo que les ayuda a aprender nuevas habilidades y fortalezas. Por lo que se debe de trabajar en conjunto con un médico o profesional de la salud y obtener el mejor programa de tratamiento.
La medicación puede ser una gran oportunidad para tratar algunos síntomas frecuentes. Se logra la disminución de la irritabilidad, agresión, comportamientos repetitivos, hiperactividad, problemas de atención, ansiedad y depresión.
Por otro lado, la terapia conductual, psicológica y educativa es un aporte importante, ya que con ayuda de programas especializados y altamente estructurados e intensivos ayudan a involucrar a los padres y hermanos a generar habilidades para abordar alguna crisis.
Este tipo de programas van encaminados a que el paciente desarrolle habilidades necesarias para vivir independientemente, reduce los comportamientos desafiantes, aumenta sus fortalezas y aprende habilidades sociales, de comunicación y de lenguaje.
Finalmente, muchas familias con niños autistas acuden por ayuda de algún tratamiento alternativo, por ello es importante que conozcan de manera profunda las alternativas presentes y disponibles, y con ayuda del personal de salud se obtenga la mejor solución.