Padecimientos
Dos de los trastornos del neurodesarrollo más conocidos y famosos entre la población son el autismo y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). De hecho, existen múltiples obras literarias o películas que presentan a personajes con este tipo de situaciones.
Ambas condiciones se pueden manifestar en la infancia de formas similares, y por lo tanto, se puede prestar a confusión, por ello es importante que ante la sospecha, se acuda con un neurólogo infantil que nos ayude a llegar aun diagnóstico y recibir un tratamiento adecuado.
Antes de entrar en similitudes y diferencias tenemos que definir cada una de estas condiciones por separado, ya que al ser trastornos conocidos, es fácil que se presten a una serie de mitos e información distribuida de manera errónea.
El autismo abarca una serie de trastornos que se incluyen dentro del grupo “trastornos del espectro autista” y que abarcan una grupo de condiciones que tienen como común denominador la afección de diferentes áreas del desarrollo como:
Dentro de las condiciones que se incluyen en el grupo de los trastornos del espectro autista existen síndromes que pueden tener manifestaciones muy diferentes.
Por ejemplo, los pacientes pueden variar desde desarrollar una inteligencia y nivel cognitivo normal hasta algún tipo de regresión; otro ejemplo son aquellos pacientes que pueden desarrollar adecuadas relaciones interpersonales mientras otros no logran manifestar buenas relaciones sociales. Algunos ejemplos son el síndrome de Rett o el síndrome de Asperger.
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El TDAH es un trastorno que se manifiesta principalmente por dificultad para poner atención, episodios de impulsividad y una actividad motora hiperreactiva. Es una condición muy común, estimándose que entre un 4 a 7% de los niños en edad escolar podrían padecerlo.
Generalmente suelen desarrollarse durante la infancia y por lo común suelen tener una presentación muy variable en cada paciente. En algunas ocasiones se detecta por niños inquietos con problemas de conducta o en algunas otras ocasiones solamente problemas para enfocarse en las clases.
Lamentablemente, a pesar de ser una condición en la cual cada vez se trata de hacer más conciencia, muchos pacientes suelen permanecer infra diagnosticados, lo que a la larga podría generar problemas de conducta, baja autoestima o malas relaciones interpersonales.
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Al ser las dos condiciones trastornos del neurodesarrollo, no es infrecuente que coexistan de manera total (es decir, que realmente existan las dos condiciones) o de manera parcial (es decir, que solamente existan patrones, sin ser necesariamente diagnóstico).
Algunos ejemplos de lo anterior es que en el espectro autista existe una dificultad para prestar atención como sucede en el TDAH. Por otro lado, en el TDAH puede en ocasiones existir dificultad para las relaciones sociales, como ocurre en los trastornos del espectro autista.
Cuando existen patrones de comportamiento muy clásicos, el diagnóstico puede sospecharse incluso desde etapas muy tempranas. Sin embargo, el problema recae en aquellos pacientes en quienes los síntomas son leves o incluso pueden llegar a confundirse y pasar desapercibidos.
El Neuropediatra tiene la capacidad de realizar este tipo de distinciones mediante una evaluación neurológica completa, apoyada en ocasiones por estudios especializados.
Es importante saber que TDAH y los trastornos del espectro autista son condiciones diferentes, aunque ambas son trastornos del neurodesarrollo. Por lo tanto el tratamiento es diferente.
La detección oportuna es fundamental para iniciar las terapias y tratamiento necesario para ayudar a nuestros hijos a desarrollar de una mejor manera sus habilidades sociales, de comportamiento o de atención.
Así como cada una de las partes y sentidos del cuerpo se desarrollan y se adaptan al medio que nos rodea durante la gestación y durante la infancia, nuestro sistema nervioso también presenta una serie de cambios que permiten su adecuada maduración, lo que se conoce como neurodesarrollo.
El neurodesarrollo inicia desde la etapa embrionaria con la formación de las células y estructuras nerviosas como el cerebro, la médula espinal y las distintas conexiones que existen entre ellas. Después del nacimiento, este complejo conjunto de células y vías empieza su maduración.
De una manera más compleja, el neurodesarrollo es un proceso que implica un cambio y maduración constante, es decir, es un evento dinámico que implica desde la evolución de las células nerviosas con la formación de las diferentes áreas del sistema nervioso, hasta la maduración de las mismas después del nacimiento, según los estímulos que presente el niño con el entorno.
Al ser un proceso complejo, no es de extrañar que existan múltiples situaciones que lo puedan afectar en cada una de sus etapas. Desde factores genéticos y hereditarios, accidentes, exposición a sustancias o fármacos durante el embarazo o algunas infecciones, una gran lista de situaciones pueden afectar este proceso y generar alguna alteración aislada, como por ejemplo, problemas de comunicación, o integrar enfermedades bien establecidas.